Si pudiera describir con palabras el entrevero de emociones que se me plantean al volver de las vacaciones sería genial. El arrebato de paz que me produce el tiempo que disfruté no haciendo nada, tomando sol, bañándome en el mar de río y océano; la lectura que me penetró hasta los huesos, la cena de las sobras del mediodía con un buen vino tinto y unas velas y por sobre todo el placer de ver con mis ojos a mis hijos crecer…es impagable. El problema o antítesis que se plantea es que sí tiene un costo. El dejar de trabajar 15 días (y preveer cobrar y pagar, en realidad que te paguen para poder pagar), el pagar una cabaña y una posada tiene un costo, la nafta tiene un costo por lo que poder descansar tiene un costo. En los 2 últimos años vuelvo con la misma idea de las vacaciones: no necesito todo lo que tengo, no debo querer mas sino disfrutar mas. Pero hasta pienso que es una consigna nada mas que romántica. Inmediatamente vuelvo y la heladera está vacía y la casa con el polvo suficiente para darme cuenta que tengo que dedicarle un tiempo necesario a la limpieza. Y acá empieza todo otra vez. Lo primero es ir al supermercado: compro la comida, todo para la limpieza y recuerdo que en 2 semanas comienzan las clases y tengo que volver a gastar en útiles escolares. Sigo paseando con el carrito y veo varios utencillos de cocina que no tengo y serían muy útiles, una biblioteca mas grande ya que mis libros aumentaron y porque no un nuevo libro de Gabriel García Marquez, lo disfruto mas que mirar televisión. Y ahí comienzan lentamente a desvanecerse mis planes de ahorrar, de pasar mas tiempo en familia, de tener mas días al año de vacaciones. La capacidad de sentir que necesito esto u aquello me cincha el lazo de la soga. Mi propia concupiscencia como se diría bíblicamente. Y esas patrañas de que el dinero no hace la felicidad, están lejos de la realidad o por lo menos de la que yo vivo a diario.
Esto genera un conflicto en la lectura de este artículo, porque quien me conoce sabe que vivo y pienso diferente, pero lamentablemente y para mi desengaño, necesito tanto el dinero como cualquier otro mortal. Es necesario comprar una casa para vivir, un auto para viajar, comida para vivir, pagar la salud y luego de ser padres una educación digna que les brinde las oportunidades que solo nosotros podemos soñar para nuestros hijos. Es un conflicto de intereses económicos, algunos dirán es el sistema capitalista, es un pensamiento infectado por el nuevo orden mundial, sí lo es, pero creo que es la vida que me tocó vivir. En otros lugares y en otros tiempos había una cuenta bancaria adecuada y suficiente, quizás no para tener todo lo que queremos pero para no necesitar lo que no tenemos. Hoy mi realidad no es así, cada «cosa» que luego se va a romper, me cuesta mucho porque plata es equivalente a mi tiempo convertido en bienes. Cuantas desajustes a mi alrededor con este tema. Espero hacer equilibrar la balanza porque no le corresponde a mas nadie que a mí que esto suceda. Por lo pronto me esperan varios meses de restricciones que seguramente no me harán muy feliz, pero por lo menos me harán sentir mejor persona. La otra opción es mudarme a Punta del Diablo a un rancho y vivir de la pesca….ha es verdad que ya casi no hay ranchos que, hay mega construcciones sobre la playa, para esto también voy a necesitar dinero.