Los bichitios de luz, a lo largo y ancho de la playa bailan a destiempo, indicando el camino.
La oscuridad más cruel, se funde con los rayitos de luz que nos recuerdan que después de la noche seguro viene la mañana. En medio de la nada aparecen, lentamente y después son un enjambre unos puntitos que yo veo dorados, pero si me acerco y con mi mano agarro alguno la cola es verde y el cuerpito es negro.
De todas formas es una expresión de esperanza. La luz en la noche, el baile en la arena fría y pies descalzos, sacudir el pareo que me cubre las piernas , y el chal de lana que bajé a la playa, por si me daba frío.
No es más que eso y dura un ratito mientras los bichitos de luz se divierten y me dan ritmo y yo bailo y sueño y me río.
Sé que después se van bailando a otra playa, tengo la opción de seguirlos, pero no soy su invitada, solo una espectadora que disfruta del placer visual que causan. Lo bueno es que sé con las fuerzas mismas de las certezas que falta menos para amanecer. Y si solo ese era el rol de los bichitos de luz y no dejarme sola en el medio de la noche oscura y hasta me dieran ganas de bailar a su ritmo, está bien que sigan su camino.
Ya empieza amanecer, la realidad me interpela, yo me acordaba que las cosas eran distintas antes de anochecer, pero no, la taza sigue arriba de la mesa, hay varios mensajes en el celular, algunos me gustan otros no. Pero definitivamente hubo un cambio y yo lo que recuerdo son los bichitos de luz bailando para yo sentirme mejor y sobrellevar la noche en la playa.
Tengo que reconstruir mi mundo. Lo bueno es que ahora hay un mundo para reconstruir y tengo el total control de mi vida para pensarlo, diseñarlo y vivirlo, en forma totalmente consciente.
Lo único seguro es que bajaré otra vez a la playa, descalza a rememorar y reírme de felicidad, de las noches que los bichitos de luz bailaron y me hicieron bailar.



