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Empecé a escribir otra vez con puño y letra, porque en el block de notas no pude ordenar las palabras que a borbotones salían como desde una canilla interna que aún está abierta.
Cariño, es la palabra.

Esa mirada indiscreta, de la que parecía que no me daba cuenta, de la obvia cuando me escaneabas, pero sobre todo de esa que sin querer encontré posada en mi mejilla derecha.

Los abrazos para suavizar y ayudarme a abrazarme yo misma y mi torbellino interno.  Las palabras justas y las innecesarias, las que me querían entrar en razón y las que solo me querían contar de la vida, la cerveza o el rock.

Se que soy la intensidad emocional misma, y que solo podría alimentarme de cariño, de sueños pasados y futuros incendiarios.

Mimos, caricias, besos chiquitos en la cara, en el cuello, miradas profundas con palabras encriptadas que hoy descifro intentando superarte y el intento mismo es el que me limita.

El pecho está abierto, para que vos, sí vos, lo acomodes con un abrazo intenso, apretado, profundo y largo.

De todo esto hablamos antes de ayer con Laura.

Que tu mano no deje de rosar mi cara, que de eso se abren mis ojos.

El puto romanticismo que me hace quien soy, ese que sueña con sueños ideales fuera absolutamente de la realidad y me hace tener el punzón en el pecho, cuando la vida retorcida supera el cariño.

Decime que a vos te pasa lo mismo aunque sea de otras formas.  Que amas mis abrazos, mis miradas, mis roces y con eso es suficiente.

Cariño es la palabra que resuena, resuena, resuena…

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