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La ciudad de la furia

La sangre caliente

Las mil opciones para tomar un café

Las plazas

Las ferias

Buses, trenes, subtes, taxis, ubers

Gente, mucha gente

El día dura 30 horas

Pero yo solo iba al show de mi vida y Buenos Aires por ese ratito me deslumbró.

Es poco decir que este viajecito lo tenía que hacer con Nahu (mi hijo) y lo aclaro porque lo tuve que aclarar.

Es el genio de google maps y me llevó a los lugares más copados y me sacó las mejores fotos.
El «sopor de la grapa miel» diría Drexel nos adormece, nos atonta, nos hace caminar con la cabeza gacha, con los sueños cortitos, terminar, caminar, dormir y despertar.

Con la luz que entraba entre cortina y cortina, los golpes del edificio que nacía al lado del que habitábamos transitoriamente y las noticias que iban llegando que tanto había esperado. Empecé a respirar con otra profundidad, la sangre corría sin obstrucciones ni lentitud, tampoco con la rapidez de la ansiedad, creo, estoy casi segura que era una inyección de vida, no digo que no lo estuviera, pero el cansancio y la rutina, los imprevistos y los previstos que igual te desarman cuando se concretan te hunden.
Y todo lo que Buenos Aires me gritaba junto a su crisis económica y la fuerza de su pueblo era esa canción que coreábamos en los cumpleaños de 15: «… tira si no ves la salida tira, no importa mi amor, no importa vos tira!..»

Fue lo que me traje, aparte de shampo y vino, un poquito más de fuerza para llegar a la playa y el movimiento.  Quizás eso era lo que necesitaba no seguir bañándome en el mismo río.  Porque al volver, el tiempo y espacio ya era imposible ser el mismo porque yo vine infectada con algo que tiene la agrentinidad al palo.

Por cierto no voy a dejar de contrar el motivo de mi viaje, les tiro solo una pista: el 4 de noviembre de 2023 estaba en el Estadio único de la Plata coreando: «…con vos es 4 de noviembre cada media hora, atrasaré las horas, horas, horas….”

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