Las decisiones correctas son las que llevan más reflexión y más lucidez. Sino vienen las apuradas que su margen de error es más alto.
Cuando se devela la realidad, la cotidianidad, lo primero es la desorientación.
Todo se terminó o se resolvió el problema. Ahora podes descansar, ahora podes continuar. Pero pasó tanto tiempo, que continuar por dónde.
¿Donde estaba antes de que todo cambiara? se desarmó, por la violencia misma del tiempo que pasó. Así que no hay caminos para continuar. Es seguir caminando al tanteo. O en una nueva construcción. O en recuerdos de lo que fue.
Pero cuando termina, no solo estás desorientada sino cansada, muy cansada. Como lo peor ya pasó tenés que llegar al final, te decís. Y haces el esfuerzo, y te sanas, y cuidas, y seguís,y entregas, y haces, y das.
Pero a metros de la orilla te das cuenta que ya no podes. Tan desorientada estás que todo lo haces por la mitad, que aunque no te guste esa palabra lo mejor es rendirse. Es dar un paso al costado, es no moverse, es sentarse y descansar. Para tomar decisiones con lucidez y reflexión.
El terminar solamente, ya no es suficiente, el disfrute sería un motivo pero el desconcierto y agotamiento no lo permiten. Hay vagos recuerdos de lo lindo que era, pero a martillazos agarraron el camino que se había construido, ya no existe.
Parar, una palabra circular en mi vocabulario de este año, capaz es tiempo.
pd: más allá que lo cuestiono todos los días, veo la orilla tan cerca que mi impulso es seguir, no puedo rendirme. Hago paradas de vez en cuando pero no puedo claudicar no está en mi ADN.



