Todavía quedan riesgos, pero puedo aventurarme en definir el comienzo de un nuevo tiempo y fin de otro.
Cuando Alicia se cae adentro del árbol, persiguiendo al conejo hablador, más que árbol parece un túnel o mejor dicho un túnel en el árbol.
Se cae y empieza a bajar, por unos instantes (o por muchos meses) no puede distinguir que pasa, si solo cae, si está propiamente en un túnel, si hay abajo y arriba, no hay luz, no hay viento. Solo la caída indica que va bajando, como si fuera absorvida por una aspiradora, la ley de gravedad de Newton, todo cae. En algún momento llegas a destino, se hace un – plaf!- que te conecta con lo que te va a sostener y permitir seguir persiguiendo al conejo.
La curiosidad, la convicción de que no sabes todo lo que queres saber, las ganas de seguir descubriendo, sentimientos nuevos que no entendes y queres conocerlos, es ahí cuando te metes de cabeza por el agujero.
Imprudente? -Puede ser. Eso capaz le da la cuota de emoción y vértigo que necesitamos cuando estamos descubriendo.
– Ahora: viva, pensante, presente y libre; eso es seguro!!!.
Nadie la obligo a meterse en el agujero, solo entendió que había algo que ella nunca había visto: un conejo que hablaba.
– Los conejos hablan?.
Llegó al pasto después del túnel y se dio un golpe. Eso es lo que pienso, porque no lo puedo afirmar, debe haberle dolido la caída.
Pero no tardó en pararse, sacudirse, visualizar su objetivo y seguir corriendo.
La cantidad de delirios que vio Alicia en su persecución, fueron quizás, tal vez, las desopilantes situaciones o aterrorizantes conversaciones que he tenido y escuchado este último año.
No me acuerdo del final de la película, creo que es porque no me importa. Lo que si es seguro que me sentí Alicia los últimos casi dos años, porque perseguí y perseguiré nuevas formas de ver y pensar – siendo yo misma – descubrir, aprender, ver delirios, criticar ideas radicales y festejar cuando no habían motivos para festejar y cuando habían motivos también.
Atravesé el túnel con miedo sin la certeza con lo que me iba a encontrar del otro lado, al caer me quebré y ahora estoy nuevamente parada y seguiré persiguiendo al conejo, éste u otro, el que me defina mejor. El que me explique el porqué de correr tanto y que la hora de su reloj no solo me permita avanzar sino que me permita disfrutar de los delirios del camino.