Llega, saluda, pone el bolso arriba de la mesa. Agarra el sobre, rellena la ficha, agarra de la bolsa de papel la bolsita negra, saca del bolso la tijera, corta la punta y mete el pico y deja caer la delgada manguera a la bolsa para que gotee y empiece a bajar. La levanta y se acerca cuelga la bolsita negra en el clavo que está a un metro de mi cabeza de donde se ven unas ilustraciones con un colgante muy particular. Me dice que me afloje, que ponga el brazo arriba del almohadón. Destapa la venda, con cuidado ó con rapidez (depende del turno y tiempo que tengan). Saca la gasa y destornilla el diminuto tapón azul, enchufa la manguera y gira la canilla y me repite: tírate para atrás y descansa. El líquido transparente que sale de la bolsa negra empieza a irrumpir en mi cuerpo directo en la sangre. Cuando termina me limpia el brazo, todo lo usado se desecha. Pone la venda agarra su bolso saluda y se va.
Yo quedo quieta en el sillón con el tapabocas, todos me miran y me dicen podes sacártelo, yo ni me acordaba que lo tenía. Enseguida galopa el pecho, yo se que son unos minutos, los aviones sobre-volando Hiroshima. Enseguida me levanto derecho a la cama, me recuesto con cuidado vamos muchos días y el brazo me duele. Y ahí cuando ya llegue y apoye la cabeza estalla el hongo gigante en mi torrente sanguíneo. Me duermo, sueño, corro, me escondo, mi cuerpo está inevitablemente bajo el efecto de la bomba. Va recorriendo con la sangre bordeaux cada rincón, va barriendo con todo lo que encuentra, la idea es encontrar lo que me daña pero barre todo y por eso me desplomo por un rato arriba de la cama y sueño, sueños de amor, locura y muerte.
Pestañeo veo la luz que entra la cortina y la ventana, abro del todo los ojos, ya pasó el efecto. Me siento en la cama, tomo agua y vuelvo a la vida porque todo vuelve a renacer, por lo menos hasta dentro de 10 horas o hasta que se termine el tratamiento. El tratamiento agresivo terminó, las bombas ya estallaron, la última causó una reacción alérgica, el cuerpo reunió a todo su ejército y reaccionó, no más ataques. Y la canilla se cerró y se vio el pánico en sus ojos y la pregunta: – el resto del cuerpo te pica?, fíjate está rojo?, respiras bien?, – sí respiro bien y solo el brazo y la mano están rojos y pican.
Se termino el ataque, la resistencia del cuerpo evidentemente más fuerte hizo su parte. Hiroshima dejo sus marcas, el brazo no lo puedo mover y tiene que tener frío, está haciendo una flebitis, la tranquilidad del doctor es que sigo con antibióticos orales. Hasta hoy las consecuencias fueron una vena rota, una flebitis en el brazo y urgencia profunda que todo vuelva a renacer. Terminar los 5 días de antibióticos orales que son un leve ataque de resistencia. Dejar la muestra, subir al auto y respirar mar. Setenta y dos horas después, chequear desde la playa en el celular qué pasó, si hizo efecto, si lo mortal se fue o hay restos. De todas formas sea lo que pase voy a estar en la arena sentada, o caminando en la orilla, o viendo el amanecer, o prendiendo el fuego que este año me luzco. Ahí todo va a florecer. Porque ahí todo florece.



