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En un mar de días, mi vida se detuvo y me robaron un año, capaz dos.
Terminaba un año fuerte, determinada, con logros que no había imaginado, muy feliz.  Descansar, ordenar, soñar un futuro diferente fue la consigna. Unas vacaciones modestas pero playa y hamacas. Noches de amigos y familia.  Yo no lo pude imaginar, no soy de las que leen ciencia ficción, prefiero las novelas clásicas y alguna emergente. Me habían prestado una que ofició de premonición, pero como no creo en las premoniciones la leí como buena literatura solamente.
Ese marzo pegó un volantaso fuerte, en dos meses la entropía había llegado y todo era un caos sobre mis hombros, todo lo tenía que sostener, porque esta mano me tocaba a mi.

Como la vida misma, varios meses después, creo, lentamente se fue poniendo todo en un nuevo lugar. Lo anterior: los sueños locos, o solo los sueños, simplemente cambiaron de color, de olor y de piel. Pero por lo menos cambiaron, el cambio es la clave.  La resiliencia también…dicen, la fortaleza humana, la carga que no va a ser más pesada de lo que podemos llevar.  Seguramente algo de eso ó todo junto. Cuando casi todo había sido sanado con las aguas saladas de Rocha, los augurios de nuevos ruidos y desórdenes llegaron para no irse rápido.
La ola volvió con más fuerza, ahora el miedo era real, tres, cuatro, personas que conocías y te dolían habían partido.  No daba para jugar a la ruleta rusa.
Supongo que yo no fui la única, me sentí literalmente encerrada, más que encerrada aislada.  Soy de las cursis que necesitan abrazos, una mirada a los ojos sincera, reirme con tu carcajada y sentir tu mejilla al despedirse.  Pero ahora era peligroso, vos y yo éramos peligrosos.  El otro es al que necesito, el otro me define, con todos mis otros soy.
  Hace muchos años nos mudamos a veintitrés kilómetros de la ciudad para estar más tranquilos, para criar a los niños en un ambiente diferente, nunca se nos iba a ocurrir que sin el auto esa distancia era una trampa, mi jaula.
Un texto desalentador que desde que empezó suena así.   Capaz de esa forma me sentí, capaz todavía algún día me siento y me es imposible escribir desde otro lugar.
Pero, ¿para qué contar mi vida en la reflexión de fin de año? Es que quiero denunciar públicamente que me robaron un año, capaz dos. Solo cuento en días y hubo días tan grises que no vi el sol y capaz que me confundí al contarlos.  Quiero festejar mi cumpleaños y no sé la cantidad de años que tengo que contar.  La incertidumbre, diría Laura, todavía flota.   Por lo que para que sea más alentador o real les voy a contar en hitos, no años, ni meses, ni días, solo hitos:

El día que edité mi primer libro.
El día que tomamos un café.
El día que te cociné, y el día que me cocinaste.
El día que te encontre en la feria del libro y hablamos cerca de una hora.
El día que Juli se recibió con 22 años.
El día que papá vino a casa y le compre una cama.
El día que se fue de casa y vendí la cama.
El día que empezó El ovillo.
El día que empecé a ir a yoga.
Los días que me hacían masajes para poder ayudar a papá a pasar de la cama a la silla.
El día que decidí hacer zumba.
El primer día que pisé el liceo Zorrilla para dar clase.
El día del tribunal.
Las interminables horas de clase.
El día que le mande el mail a Gera para empezar a revisar el nuevo libro.
El día que Lucas recibió la llamada del liceo.
El día que ví a Lucas sostener la bandera.
El día que fuimos con Juli a levantar el título.
Los interminables días que lloré y Nahu me abrazó, y las veces que perdió parciales y estuve con él sentada en la cama para escucharlo.
El día que fuimos con Martín a San Gregorio de Polanco y encontré la casa que nació mi mamá.
El día que decidí que a pesar de todo había que pasar raya y volver a empezar.
El día que elegí las horas para el año que viene y volver al liceo que empecé.
El día que decidí festejar mi cumpleaños a pesar de todo.
El día que limpie mi casa para festejarlo.
El día que no me pude levantar de la cama a causa del bajón de la hipomanía.
El día que di vuelta a la manzana para que el sol me diera en la cara.
El día que me llamaron del hospital para hacerme una ecografía de mama, algo en la mamografía no estaba bien.
El día que me hicieron la resonancia magnética a la cabeza buscando la misma lesión que se llevó a mamá.
El día que hice la mejor torta de frutillas.
El día que me retratron a lapiz y miles de kilómetros de distancia.
El día que me dí cuenta que me creció mucho el pelo desde las fotos del último verano.
El día que comimos una pizza y tomamos una cerveza.
Hoy
No hay orden, no se como fueron los hechos solo que esos sucesos se dieron en lo que creo fueron dos años.  Espero que el 31 de diciembre, el día de mi cumpleaños de verdad, vuelva a contar en meses y años, pero por si acaso ya se contar en hitos.

One Comment

  • Rutd dice:

    Siempre me llevas en un viaje , me siento en un carro de zapallos jaja.Admiro como recuerdas todo y puedes escribirlos a todos. Creo que si miro para dentro hay diez sucesos en mi vida entera pinchados en diferentes ángulos de una cartelera rectangular.

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