Es extranjera inmersa en una generación a la que no pertenece.
Tiene la posibilidad de adaptarse y absorber los cambios.
Gran parte se lo debe a su trabajo que la obliga a estar un paso adelante. Pero cree que puede con un montón de cosas que usa y abusa pero que luego no las entiende y la dañan.
La extranjera no conoce el lugar, se adapta.
No conoce a la gente se tiene que hacer amigos nuevos, por lo general no viaja con familiares, no tiene bienes propios.
No conoce las escaleras, los recovecos, las puertas giratorias.
El sabor de las comidas es distinto.
Y quedan dos opciones, o se adapta o se vuelve a su lugar de origen.
Lo único, pero lo único en el proceso de adaptación que la liga son los vínculos. Que deberían ensancharse a medida que pasa el tiempo. La cohesión, que genera identidad o en otras palabras sentirse parte de un grupo con otros humanos igual que ella.
El problema con que se enfrenta es que en este mundo tan cloud y con tantas personas alrededor solo un puñado están dispuestas a correr el riesgo de vincularse personalmente.
Ni una mirada, ni un saludo, ni una conversación, ni aperturas ni cierres. Los pocos vínculos se diluyen en una cerveza artesanal o un café de autor.
Ella quiere que le digan con bronca todo lo que hizo mal y con paz devolverá todo lo que recibió bien. No acepta que la vida virtual sustituya la interacción. Quizás, es mejor? – a veces se pregunta, por ahí sufriría menos. Finalmente entiende que depende del lado del teléfono en el que esté.
Que lejos y cerca la dejan las redes. Muchas veces acortan sus distancias, les hacen sentir que realmente se están viendo o escuchando. Es verdad que recibe el consuelo, se ríe y parece que no está tan sola. Pero la verdad es que no puede cambiarlo por un abrazo ó una mirada a los ojos sincera.
Con un café común, en una mesita cuadrada y una ventana grande, con un poco de sol en un bar del centro de Montevideo. Hacer lo que hacían los anteriores, conversar, conocerse, discutir y volver a empezar. Quizás sería mejor que el parche virtual que usan para no ver lo que no quieren ver y pensar que son felices el resto del tiempo.
Pero no está sola, el puñado la sostiene, cuando está a punto de claudicar, cuando entiende que tiene que elegir, entre quedarse o volver. Ellas la sacuden, le gritan, se enojan y la abrazan. Ellas la agarran cuando tambalea, la invitan a cenar, ó a un bolichito a jugar juegos de caja y reírse.
Lo mejor fue cruzarse, animarse, vincularse, abrirse y aceptarse, fuera y dentro de las redes…sociales.





Me encanta Pao!!!! Muy bueno!!!! Como siempre todo lo que escribis nos llega y nos toca el corazón.