Pensé que las ventanas tenían otro color, las persianas estaban siempre cerradas y la gente eran fantasmas de conversaciones que imaginé.
La noche tiene eso de espectacular, de cinematográfico, de silencio de escala de grises. Años en esa parada de bus, tarde, muy tarde, sola o acompañada, frío y sombras, entre sombras esperaba el último bus que me llevaba a casa. Muchas veces imagine si lo que se veía en el segundo piso contra la ventana semi-abierta era un sillón, la cortina de vual algo dejaba entrever y la única luz de la cuadra daba justo por la altura a esa ventana. Pero nunca vi a nadie moverse, cerrar la persiana, caminar buscando un vaso de agua medio dormido en la noche, no vichar por la cortina cuántos éramos o que silueta teníamos los que esperábamos enfrente de su casa, parados bajo el techito de chapa. Donde no podíamos sentarnos aunque la empresa que estaba a espaldas de la parada tenía un pretil largo y ancho. Pusieron pinchos para arriba, estar parados señores esa era la orden.
Me acostumbre a la noche, penumbras, durmientes con cartones y frazadas viejas, estudiantes y trabajadores que se camuflan en la oscuridad, besos, discusiones y contar las monedas del bolsillo para subir al bus. Nunca llegue antes de las 12:00 pm, pero me acostumbre. Podía estar en una clase, atenta, despierta y participando; la noche era mía y yo de ella. Ya entrado en el cruel invierno me lleve el auto, pero la parada del bus con quien tanto fantasié la tengo impregnada en la memoria, fueron tantas las horas, que ya me sentía parte de ese dibujo de Montevideo.
Este el último año decidí por varios motivos cambiar de turno y se hizo la luz. Ese no es el lugar que habite es otro. Ya no miro la ventana, veo la pareja paseando al perro, el empleado de la empresa de los pinchos fumando en el puerta y me mira como si me conociera, si mi imagen hubiera quedado impresa en su ventana. Hay camiones, muchos autos y hasta monopatines eléctricos. Ómnibus con una frecuencia impresionante, gente corriendo, camiones descargando bidones y bolsas para entrarlo a la empresa con pinchos.
El café con leche de la mañana despierta con el alba a la ciudad y cambia, se vuelve a colores.
Hoy no conozco el lugar, no me conozco en ese lugar. Las sombras resguardaban…