Cuando estoy muy cansada como la semana pasada, traigo a mi mente o vienen como si los trajera un viento recio, recuerdos o conversaciones sin terminar, no gratas o que solo de recordarlas me molestan.
Seguramente me agarran con los brazos bajos, con las emociones vulnerables y dos por tres me doy cuenta que estoy respondiendo preguntas que me hicieron y no supe en su momento responder ó argumentando con mejores argumentos conversaciones inconclusas congeladas en algún tiempo.
A los 6 años tuve una discusión con María mi mejor amiga. Su casa era más linda aunque vivíamos en las mismas viviendas. Ella estaba siempre en mi casa y yo siempre en la de ella. En uno de los apagones del 1986 (mas o menos) se nos quemó la tele a color y el sábado a las 10:00 pasaban los dibujitos que esperábamos toda la semana. Ella me invitó a su casa a verlos y bien temprano me levante y cruce la callecita que nos separaba. Me esperaba en la puerta, entramos al comedor y miramos las dos horas de CineBaby que habían en ese momento. Cuando terminó la invité a jugar a mi casa. Su casa me ponía incomoda los pisos brillaban, las paredes estaban empapeladas y los muebles estaban cubiertos para no ensuciarse. Mi casa estaba en las mismas viviendas, pero las paredes las pintaba mi papá en sus vacaciones, los pisos no estaban plastificados y los muebles eran reciclados de mis abuelos. A pesar de las diferencias éramos muy amigas.
Cuando le ofrecí ir a jugar, me respondió: prefiero jugar acá, tu casa no me gusta, es muy pobre. Para una niña de 6 años escuchar algo tan soberbio de su amiga fue el primer desencuentro con la otredad que tuve. Me fui de su casa y decidí no hablarle nunca más. Ella volvió un par de veces pero nunca a pedir disculpas. Nunca más jugar, ni hablar, ni mirarnos. Nos cruzábamos todos los días y aunque quisiéramos mostrarnos los juguetes nuevos o conversar, realmente cerramos nuestra amistad ahí.
Después de la adrenalina de dar mi primer clase y después de superarla, entré en ese momento ingrato de reflexión profunda que me pasa como conté antes, en los momentos de cansancio.
Estaba almorzando sola, por esas cosas de la vida, el día que me sentí mas plena y cansada no tenía a nadie alado mío para conversarlo. Todas eran cosas previstas, habladas y se iba a dar así, pero la soledad con la que me tengo que amistar volvió para hacerme compañía sin que yo la llamara.
Estaba absolutamente convencida que nunca más iba a pasar por una situación igual. Ni viajes, ni conversaciones triviales pero divertidas, ni conversaciones raras e incómodas. Dejar lo que no sirvió atrás, resolver lo no resuelto, hablar como adultos y continuar sin hipocresía de por medio.
A veces, muchas, cuando hablo para aclarar o resolver algo, sueno ruda, enojada, dueña de la razón.
El que me conoce sabe que en lo íntimo, en mi adentro me tiemblan las rodillas, se acelera el corazón y hasta se me cortan las palabras en un enfrentamiento o discusión de las acaloradas.
No me gustan, las evito o mejor dicho trato de no generarlas desde el vamos. Me cuido y cuido al otro, me controlo pero no puedo ni quiero controlar al otro. Ahí es cuando en algunas experiencias raras me han tildado de: mal agradecida, de quejarme y no actuar, egoísta ó densa.
Ya hace un par de años decidí ser como soy, atenta por demás, acelerada y responder a mis ideales.
No todos me entendieron, algunos se asustaron y literalmente huyeron, otros decidieron seguir caminando alado mío.
Muchos nos dimos la oportunidad de la despedida y seguir caminos paralelos o divergentes y otros que creía cercanos, al fin eran solo otros.
Lástima, no se dieron el permiso de conocerme más y aceptarme con la oscuridad que también soy, porque para que haya oscuridad tiene que haber luz, mucha luz.
Pero como respeto ampliamente las desiciones ajenas , disfruto con los que se quedaron a pesar de mi y mis defectos.
No menciono mis virtudes, no me corresponde…esas están reservadas para los otros que quieren conocerlas.
A María nunca más la volví a ver y está en una lista corta de personas que pasaron como ráfagas por mi vida; espero que los que se queden soporten aunque no siempre les gusten mis luces y mis sombras.





Impresionante ,lo que cuentas me da luz por cosas sin resolver o latentes de mi niño que seguro le acompañan sigo buscando su terapeuta que lo ayude ,bendiciones
Gracias por escribir, me alegra que algo de La Luz te ilumine, por lo demás hay muy buenos terapeutas para trabajar todo tipo de situaciones o a lo mejor reconocer y soltar es suficiente. Si no encontras ninguno te paso el teléfono de la mía! Bendiciones a ti también.