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Cuándo dejamos pasar el tiempo, el tiempo nos deja. Ya no nos lleva de la mano para que corramos juntos.

 Cuando dejamos pasar el tiempo las tartas se enfrían los helados se derriten. Todo cambia.

También pasa que nos volvemos cobardes, no decidimos rápido, dejamos que nos hamaque el tiempo presente-presente.

Que nos adormezca en el sopor del deseo, del alivio de estar cobijado, calentito y mimado.

Ya no nos preguntamos, no tenemos la capacidad, si queríamos esto o era otra cosa por lo que luchábamos. Y nos enredamos en unas sedas suaves, hermosas, pero que finalmente nos paralizan. 

Cómo salir de ahí, no quiero romper nada, ni dañar nada, pero ya amaneció y sigo en la hamaca; tengo que salir.

Al principio trato de cinchar y lastimo, duele, después intento escurrirme  duele menos pero duele igual.

Hoy tengo que saltar de la hamaca, tengo que seguir mi camino. Ese, el que solo yo entiendo, que tiene tiempos raros, que no da cuentas ni pide explicaciones. Que los que me conocen de siempre hasta lo adivinan y hasta a veces me sostienen.

Desde acá hoy con mi catalejo miro con un ojo cerrado lo que espero ver del futuro. Como no practico la adivinación lo que veo es lo que voy a construir, lo que vine construyendo hace casi 4 años, yo se que voy a un ritmo lento o eso parece, pero ahí ven, voy segura.!

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