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Hoy me encontré.  Estaba perdida, y me encontré.
Me encontré mirándome al espejo, viendo a alguien que no era yo, que no se peinaba como yo, que no le brillaban los ojos como a mí.

Cuatro meses es tanto tiempo, tantas horas, para repasar momentos, palabras, ensayar reproches, olvidar problemas. Los opoides sintéticos son muy buenos para el dolor pero, quedas detenida en el espacio/tiempo.  No podes, no puede, ni resolver todo lo que quería resolver, ni leer todo lo que quería leer, ni bañarme en el mar todo lo que necesitaba.

De todas formas, porque siempre hay un después, de estar suspendida viajando por diferentes lugares, tomando las amargas gotitas cada pocas horas; hoy volví. 
Todavía dolorida, con paso lento, pero entendiéndome, aceptándome y tomando la independencia que tuve toda mi vida.

Volví de la fisioterapia y entre a ducharme. Me di cuenta que hacía rato no disfrutaba de una ducha.  Tenía que tener cuidado con las heridas, no resbalarme, jabón especial, no estar mucho parada.
Hoy no, pude estar en la ducha todo el tiempo que quise, todo el jabón y el agua correr.  Salí con los ojos rojos como siempre, no hay shampo que no me los deje así.  El espejo empañado, todo cerrado por el humo del vapor.  Pude secar mi cuerpo apoyándome primero en una pierna y después en la otra, eso realmente era impensable.  Hoy elegí que ponerme, combinar como tenía ganas.

Salí con el pelo empapado como de costumbre llevando una toalla en la mano.  En el cuarto entraba un sol increíble por la ventana, que alguna ramita de la anacahuita del patio jugaba haciendo imágenes sobre el acolchado y parte de la pared gris.
Me miro al espejo y me reconozco después de cuatro meses, miro el espejo y veo los ojos azules que me acompañaron desde que me conozco.  Decidí que con rulos, ondas o movimiento en el pelo soy yo.  No me encuentro o mas bien me veo triste si me veo con el pelo lacio.  Me gusta para un momento espacial, pero hoy en mi momento especial necesito ser otra vez yo.
Agité el pote de crema y deje caer en mi mano lo suficiente para cubrir el pelo, lo esparcí con suavidad lo peiné para que quedara bien distribuido y enchufe el secador con el difusor.  Lo prendí a la temperatura para que no quemara, bajé la cabeza y los rulos solos empezaron a armarse.   Cuando sentí seco el pelo y me incorporé, era otra vez yo.

No soy de las personas que se maquillan diariamente, mi trabajo no lo amerita ni es una costumbre que tengo incorporada, pero hoy cuando me miré al espejo y reconocí los ojos azules los imaginé con rimel, y una base suave para tapar imperfecciones y porque no un poco de cubreojeras.   La realidad es que no salí en todo el día de casa.  Pero la excusa fue disfrutar de verme bien, que el proceso de recuperación realmente está avanzado.  Que de golpe empecé a soñar mi futuro, no solo el de docente por el cual estoy trabajando sino, en otros tantos proyectos que también me movilizan y me esperanzan.

Como lo escribí en el post anterior donde volqué toda la tristeza que cargué durante este tiempo, ese FUE el comienzo del fin. 
Paola volvió, espero pronto tener un nuevo blog, y muchas noticias postergadas para contar.

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