Yo tenía un bebe dándole teta cuando me llaman y me avisan que estaba internada.
Estaba sola con los nenes, él estaba en Buenos Aires. Tuve que pedirles a unos amigos que se quedaran en casa con los tres.
Tome un ómnibus no teníamos auto, y espere el recorrido hasta llegar al centro y bajar esas 2 ó 3 cuadras.
Estaba papá, no sé por qué no estaba mi hermano, solo como un recuerdo desvanecido, sé que estábamos los dos, hasta el final estuvimos los dos.
Pregunté qué pasaba y me dijeron que era un delirio psicótico a causa de su depresión. No entendía, pedí verla.
– Vamos a la urgencia.
Dividida por cortinas celestes, gente y personal yendo y viniendo – que horrible ese lugar -, era un centro de atención privado, pero creo que todas las urgencias son horribles.
La miro, despeinada, echada en una cama, gritando, llorando, gimiendo, apenas se le entendía un: ”me quiero morir”. Eso era suficiente para definir que era un problema psiquiátrico y debía internarse en un hospital adecuado urgentemente, el dr. ya estaba coordinando todo y nosotros no sabíamos qué hacer. Todo pasó esa misma noche.
En un momento la mire a los ojos y me vió y le pregunté: – mamá, soy yo que te pasa? y estoy absolutamente segura que me reconoció pero al otro segundo se fue y no volvió más.
Luego de pasar la noche en la clínica pisquiátrica y yo volver con mis niños, sola a llorar en casa, sin saber que hacer, porque las mamás siempre saben qué hacer y mi mamá estaba enferma y yo era mamá pero estaba sola.
Suena el teléfono a la madrugada, era mi papá:
– vine a la clínica a traerle todo lo que me pidieron y mamá no mueve la parte derecha, se le cae el brazo, qué hago?.
Pobre, yo quizás hubiera estado tan desorientada como él en esa situación, aunque seguro hubiera pedido ayuda. Con mis 27 años todo lo que puede hacer fue pedirle por favor que llamar a un médico; cortar y llamar yo a la clínica y hablar con el médico.
Me acosté otro rato, no estaba tranquila pero papá estaba ahí, ella no estaba sola.
A las 9:00 me llaman de otra clínica que por favor fuera, le hacía una tomografía y los familiares necesitaban saber el resultado.
Volví a llamar a mis amigos que se quedaron con los nenes y salí, esta me quedaba más cerca, pero ya no estaba todo bien, no sabía a qué tenía que prepararme, lo único que sabía es que no podía llorar delante de ella.
Llegué, estaba en un cama dormida, limpia, sola. El Dr. me estaba esperando, la enfermera me llamó. Salí de la habitación y en el pasillo el Dr. me preguntó
– sos la hija?,
– sí respondí, mordió la galletita, cayeron las migas al piso y me dijo,
– tu madre tuvo un infarto cerebral, infarto la arteria media del cerebro y no sabemos todo lo que afecto, lo único que te digo es que para ella hubiera sido mejor haberse muerto.
Va a quedar muy mal, tenes que saberlo. Ahora vamos hacer un par de estudios para saber porque tuvo el infarto y luego no hay mas nada para hacer ni sentido tenerla hospitalizada.
Yo lo llamé a él a Buenos Aires y le dije volvete en el primer buque, no puedo sola.
Pasaron los 5 meses más crueles que puede sufrir una persona y todos los que la rodean. Al principio contratamos una enfermera 14 horas por día, pero su cuerpo empezaba a deteriorarse día a día. Yo destete a mi bebe y me escondía atrás de un sillón a llorar sin consuelo y pedirle a Dios que se la llevara, que se acordara de ella, su fiel devota. Que así no, por favor.
Entre todas las consultas uno de los doctores nos dijo que la previsión de vida eran 5 meses a 2 años. Y tuvo razón.
Ya los últimos meses, internación, tras internación, escaras, la deformación de su cuerpo y cara, no hablaba, no comía, a veces gemía y lloraba. Un pastor amigo, gran amigo no ayudó a negociar con un residencial que la cuidaran, la alimentaran y la asearan todos los días y así poder descansar un poquito y esperar que sus últimos momentos fueran dignos por lo menos para ella.
El residencial quedaba en la calle Avelino Miranda.
Mamá a los 5 meses y un día dejó de respirar. Nos avisaron que iba a pasar y estuvimos todo el día con ella, ya tenía sus ojos cerrados pero respiraba, cuando nos fuimos porque nos lo pidieron y explicaron que los otros que vivan en el residencial se asustaban le dimos un beso y nos fuimos. A la media hora dejó su cuerpo que ya no era su cuerpo, sola en un lugar que no era su casa, sin nada mas que espero su Dios.
Pasaron 15 años y aún puedo detallar el dolor y los hechos. El dolor no se olvida, se guarda, no se recuerda todos los días porque sería imposible vivir, pero queda guardado con nombre y apellido.
Hoy traigo este relato porque hace una semana y una semana antes del día de la madre volví a Avelino Miranda. Esta vez a otro clínica y con mi papá.
Nunca más había caminado por esa calle, lo bueno es que papá no se dió cuenta, yo si, yo siempre me doy cuenta.
Cuando volvimos al auto, él me mira me agarra la mano y las lágrimas recorren mis mejillas. Fue inevitable acordarme de los detalles y traerlos a convivir conmigo unos días, supongo que los despediré pronto. Quizas al escribirlos hoy ya vuelvan a donde deben estar que es en mi memoria.
Los que se enteraron, me escucharon, me leyeron, me llamaron (especialmente los que se acordaban del lugar) me abrazaron de muchas maneras, otros solo compartieron mi sentir a la distancia y con silencios y palabras escritas también me abrazaron, algunos no entendieron la trascendencia emocional que me atravesaba, pero los míos, los que me abrazan, me esperan, me miman, cuando me ven llorar se sientan en silencio conmigo. Ellos casi no tienen recuerdos de mi mamá, pero si tienen una y eso es igual.
El día de la madre está en mi memoria, hechos como los que describo y de los otros, las tardes juntas, los mimos, abrazos, de los que tendría para escribir un libro entero.



