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Los brotes son la esperanza de volver a nacer o nacer directamente. 
Cuando la parra estaba llena de hojas en la casa de mis padres, se decía que se había llenado de vicios.  No se bien que eran o cómo nacían esas ramas solo de hojas, pero seguro que no dejaban crecer el fruto de la planta.  Esta palabra imagino, que no era casualidad, que fueran los vicios los que no dejaban al árbol dar sus frutos, pero honestamente tampoco creo que la parra dejara de ser (útil), solamente modificaba su fin. El porqué del árbol, quedaba coartado en la infinidad de hojas, que se habían empecinado en crecer. 

Se generaba una manta de distintos verdes, tupida y en algún rincón con huecos que dejaban entrar algo de luz. Cubrían el cielo interponiéndose entre el intenso sol de febrero y yo. Se formaba un microclima en ese lugar, que agregaría que allí no siempre parecía verano.
Si la piscina de tres aros azules de mi infancia, que solo se podía poner debajo de la parra en el patio de no más de cuatro por cuatro, se usaba para zambullirse en ella más de media hora sin empezar a temblar o azularese los labios era una hazaña, aunque la sensación térmica dentro de mi casa fuese más de treinta grados. 

Quizás era el porqué de ese verano, el tupido de las hojas mirándolo desde otro lugar. Ese año la parra se empeñaba solo en dar sombra. Le parecía que era lo suficiente, lo que íbamos a necesitar o simplemente lo que íbamos a disfrutar más. Prefería tupirse de vicios, antes que dar fruto.  

Pero nosotros no lo podíamos entender. Si no funciona para lo que nosotros definimos que funcione o de la forma que queremos, entonces se espera una estación o dos y se poda.  Se le cortan todas las ramas que sobran. Por un tiempo queda ridícula, con ramas peladas y cortadas, que rayan entre lo seco y lo que aún se mueve. Se saca todo eso que solo produce hojas, porque el fin de una parra es que produzca uvas, dicen algunos.  De las verdes, moscatel, que están entre muy dulces y jugosas o ácidas y llenas de semillas.

La poda es como la castración de lo que creemos no nos conviene, como un corte de pelo, cuando pensamos que nos vemos mal o el pelo está dañado, seguramente los viticultores tengan una explicación científica o exacta, pero es en lo único que puedo pensar. 
Hoy, sí hoy, en pleno junio, cuando veo mi pelo, ese que estaba quebrado, débil y dañado, como tantas otras parte de mi cuerpo; que está en la vereda opuesta de la tupida parra, también se tuvo que cortar…hoy me di cuenta que está brotando, ya lo puedo atar.

El sentimiento es de ansiedad como todo en mi vida, es de pensar que todo absolutamente todo a pesar de la poda, a pesar de la castración a pesar del corte, empieza tímidamente a renacer.  Las posibilidades que aún no son más que posibilidades, las conversaciones que no son más que conversaciones y los sueños que no son ni más ni menos que motores que mueven las grandes utopías, esas de solo dar hojas, o que crezca el pelo, o que las palabras suaves griten aturdidas de placer. 

Es que la naturaleza del brote es nacer después de una poda: vicios o uvas, pero renacer. Esperanza quizás, esa es la palabra correcta para describir el nacimiento.

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